Has oído hablar de Capri. Has visto fotos de Amalfi. Pero hay una isla frente a la costa de Nápoles que la mayoría de los turistas pasan por alto — y sinceramente, esa es parte de su magia.
Isquia.
Salvaje. Volcánica. Antigua. Y esconde algo que nadie espera:
Una ciudad romana bajo el agua.
Aguas termales naturales que brotan del mar.
Un castillo medieval que se eleva directamente desde el océano.
Sí. Todo eso en una sola isla.
Empecemos bajo el agua.
Hace unos 2.000 años, una ciudad romana llamada Aenaria se situaba justo en este lugar. Puertos bulliciosos, casas con mosaicos, baños públicos… y luego, un día, desapareció.
Los geólogos creen que una erupción volcánica hizo que toda la ciudad se hundiera bajo las olas entre los años 130 y 150 d.C.
Hoy en día, sus ruinas aún descansan en el lecho marino — inquietantemente intactas. Se pueden ver los contornos de los puertos, muelles, cisternas… incluso los talleres donde los artesanos romanos trabajaban el bronce.
¿Quieres verla de cerca?
Reserva un tour de snorkel o buceo.
O simplemente toma un bote con fondo de cristal y flota sobre la historia.
Y si eres más de museos, no te pierdas los artefactos recuperados en el Museo Arqueológico de Pithecusae. (Nombre real. Impactante de verdad.)
Isquia no solo es antigua. Está viva.
Esta isla es volcánica, lo que significa que el agua caliente brota literalmente del fondo del océano.
No necesitas entrada. Solo baja hasta la Bahía de Sorgeto, siéntate en las piscinas naturales de roca y deja que tu piel lo absorba todo.
Lo más increíble: el agua termal sube directamente por la arena y se mezcla con el mar frío — creando jacuzzis de agua salada naturalmente caliente. Gratis.
¿Buscas algo más lujoso?
Visita Giardini Poseidon Terme, el famoso parque de bienestar de Isquia.
20 piscinas termales
Un spa completo
Piscinas de agua salada
Restaurantes + jardines donde relajarse en paz
Cuesta 45 € por día completo, y la gente lo recomienda para problemas de piel, artritis o simplemente… para reiniciar la mente.
Y por si todo eso no fuera suficiente…
Justo al borde de Isquia hay una pequeña isla intermareal, conectada por una calzada de piedra. En la cima hay algo sacado de una película de fantasía:
El Castello Aragonese.
Murallas de piedra enormes. Vistas panorámicas de Nápoles y el Golfo. Túneles secretos. Jardines llenos de flores. Y sí, tendrás que subir un sendero empinado para llegar a la cima — pero vale cada paso.
Las entradas cuestan 12 € para adultos. ¿Niños menores de nueve años? Gratis.
La gente lo describe como un “cuento de hadas” — y no es exageración publicitaria. Cuando te paras al borde de esas murallas antiguas, mirando una isla que aún burbujea, humea y esconde ciudades bajo el agua — es difícil no sentir que has entrado en otro mundo.
Aquí está la verdad:
Isquia no es solo un lugar. Es un secreto.
No tiene la fama brillante de sus vecinas — y justamente por eso la gente se enamora de ella. No tendrás que pelear por una foto del atardecer. No pagarás 20 € por un espresso.
En su lugar, explorarás ruinas sumergidas. Nadarás en piscinas humeantes a la luz de la luna. Beberás vino en una plaza tranquila que nadie ha etiquetado.
Y te irás preguntándote por qué nadie te habló antes de esta isla.
¿Preferirías seguir a las multitudes a los lugares de siempre — o perseguir algo verdaderamente inolvidable?